Fiebre: El Fantasma de los Padres

Fiebrefobia: una epidemia silenciosa entre los padres de pacientes pediátricos

La presencia de fiebre en el niño representa uno de los motivos más frecuentes de consulta en la práctica pediátrica diaria (entre el 30 y el 50 % de los casos), y es una situación de temor y angustia para los padres.



La fiebrefobia o fobia a la fiebre en los padres es un miedo exagerado a esta.


A pesar del mayor conocimiento científico acerca de sus mecanismos de aparición, es poca la información en los textos de pediatría en referencia a fiebre, por lo que se forman médicos y personal de salud con una enseñanza insuficiente acerca de este signo. El desconocimiento de los límites de normalidad de la temperatura corporal en los seres humanos, sus beneficios y peligros potenciales, genera ansiedad en los padres del niño enfermo, y también en los médicos que los atienden, razón por la cual se llega a un sobretratamiento de ésta.

¿Qué es la fiebre?
Es una respuesta biológica adaptativa a procesos que inducen una respuesta inflamatoria sistémica. 
En términos sencillos es la respuesta normal del cuerpo a la infección.


Antecedentes históricos
La fiebre ha sido reconocida como un signo cardinal de enfermedad, desde comienzos de la historia documentada.
Podemos ver la sabiduría innata en Hipócrates (400 AC), intuía que la fiebre debía servir para algo, y con base en sus observaciones señalaba: "La fiebre es un mecanismo con el que Dios nos dotó para hervir algunos de los fluidos corporales que estuvieran en exceso produciendo enfermedad, y nivelara las concentraciones del mismo con los otros fluidos corporales para restablecer el estado de salud".



Durante los siglos XVI y XVII se utilizó la piretoterapia (elevación intencionada de la temperatura corporal por los médicos) como tratamiento de la sífilis.


Tomas Sydenham (a inicios del siglo XX) planteó: "La fiebre es el motor que la naturaleza brinda al mundo para la conquista de sus enemigos".

Kluger, en 1980, señaló: "¿Por qué estructuras animales tan inferiores, aún a lo largo de millones de años siguen haciendo fiebre?; si esto tenía algún sentido en materia de selección natural era porque la fiebre es definitivamente beneficiosa”.

Con el descubrimiento de las drogas antipiréticas a finales del siglo XIX, se generalizó su uso. Lamentablemente la fiebre se trata como el origen de y, no como la respuesta a una determinada enfermedad, concepto que se ha sostenido por la observación empírica de los padres, que han asociado la mala evolución de sus hijos enfermos con la presencia de la fiebre, y no con el padecimiento que le dio origen.



Fisiopatología de la fiebre (si prefieren ir directo al grano pasar al siguiente subtítulo)


Esta sección está escrita con palabras intrincadas para oídos no médicos, sin embargo la escribo de la forma que debe ser para que justamente los padres puedan entender que la temperatura elevada con la que se encuentran a menudo en sus casas es realmente un mecanismo de adaptación y defensa del ser humano, y de hecho permite que el niño febril no se complique tan frecuentemente con infecciones fatales como neumonías o meningitis.


¿Porqué?, porque al mantener al niño con menos de 38 grados centígrados, realmente lo que el padre o la madre hace es abrir las puertas a bacterias que llegarán a órganos vitales de su hijo. 

En otras palabras, se “ayuda al equipo enemigo”, por ejemplo, bacterias como el Streptococcus pneumoniae llegarán a la sangre desde la faringe del paciente y se replicarán en la misma con la libertad que le permite una temperatura de 37 grados a la cual están adaptadas, mientras que incautamente los padres “evitamos” que la fiebre, mecanismo natural de defensa que el hombre adquirió tras millones de años de evolución.


La fiebre se produce por alteraciones en la termorregulación del hipotálamo, donde existen neuronas termo sensitivas, que se estimulan por pirógenos endógenos que actúan directamente. Los pirógenos exógenos incluyen virus, bacterias, endotoxinas, liposacáridos (LPS), complejos inmunes y linfoquinas


La mayoría de las infecciones disparan una respuesta febril al estimular a ciertas células (los monocitos y macrófagos) para sintetizar y secretar diversas citocinas pirogénicas, como: IL-1, TNF e IL-6. Estas proteínas entran a la circulación y llegan a las células endoteliales del hipotálamo, las cuales liberan en el cerebro la prostaglandina E2 (PGE2), que se une a su receptor tipo 3 (EP3) en las células gliales, para estimular la síntesis y liberación de adenosín monofosfato cíclico (AMPc). Este último actúa como neurotransmisor y activa las neuronas termosensibles para elevar el termostato desde niveles normotérmicos hasta niveles de fiebre.


El resultado es una serie de mecanismos periféricos de conservación del calor mediante vasoconstricción, así como un incremento metabólico para generarlo, hasta que la temperatura de la sangre que irriga el hipotálamo coincida con el punto del termostato, terminando en la respuesta final de fiebre.

Beneficios de la fiebre


Suena raro, pero este subtítulo es el alma del presente miniartículo. Cito algunos efectos en el cuerpo humano:

Estimula el mecanismo mucociliar, facilita la respuesta inmunológica, refuerza la fagocitosis, aumenta la producción de interferón antiviral, e incrementa otras funciones de defensa del organismo.


Limita la replicación de organismos invasores, debido a que disminuye los niveles séricos de hierro, zinc y cobre, que son necesarios para la replicación bacteriana.


Previene la replicación viral dentro de las células infectadas, y aumenta la muerte celular programada (apoptosis) y por ende limitan la expansión de la infección viral a otros sistemas orgánicos.


Potencia la acción de los antibióticos.


Efectos de la IL-1 y otros pirógenos endógenos: aumento de la quimiotaxis, aumento de la actividad oxidativa (metabólica), aumento de la liberación de lactoferrina en neutrófilos, lo cual produce una disminución del hierro sérico e inhibe así el incremento de muchos microorganismos; estimula de la proliferación de linfocitos B y producción de anticuerpos; estimula de la activación de linfocitos T

Fiebrefobia



Las actitudes erróneas acerca de la fiebre, que involucran desde la familia hasta el especialista en pediatría, conllevan a miedos irracionales. La fiebrefobia tiene varias desventajas: padres temerosos pueden permanecer hasta toda la noche tratando de mantener una temperatura inferior a 39,4º C (o incluso inferior a 38º C), niños despertados innecesariamente para tomas de temperatura o administración de antipiréticos, se administran excesivamente estos medicamentos que, además de atentar contra la fisiología misma de la fiebre, aumentan la incidencia de efectos adversos.


En mi propia práctica médica, he observado la evolución fatal de medicación con dipirona (causando aplasia medular).


Ipp y Jaffe (1993), en un estudio en médicos generales y especialistas en medicina familiar y pediatría, constató que el 35 % consideraba como fiebre temperaturas entre 37 y 37,9º C, el 33 % consideraba que la toma de temperatura solo se realizaba para la administración de antipiréticos, y el 70 % utilizaba el medicamento para aliviar el malestar del niño. En este estudio, los médicos de familia (sin especialización en pediatría general) consideraron a las convulsiones febriles como peligrosas, así como que la fiebre, por sí sola, causa daño cerebral y que se debe despertar al niño para administrarle el antipirético.


Weiss y Herskowtz (1983), demostraron en un estudio en un grupo de pediatras que el 61 % consideró a la fiebre como mecanismo de defensa, el 71 % aplicó tratamientos vigorosos para combatirla, el 99 % afirmó tratar la fiebre con el fin de aliviar el malestar del niño, mientras que el 44 % lo hacía para satisfacer a los padres.


Rendón-Macías y otros (1996), en 771 madres del área urbana de la Ciudad de México, comprobaron que el 35 % consideraba como fiebre a temperaturas inferiores a los 38º C, el 96 % expresó angustia por esta, el 70 % de las razones de la angustia se atribuyó a las convulsiones febriles, y el 19,3 % por fobia a la fiebre.


Van Stuijvenberg y otros (1999), en padres de niños febriles, encontraron que el 25 % los sometía a 5 tomas de temperatura diaria, el 24 % dormía en la habitación de los hijos, y el 13 % permanecía despierto toda la noche.


La tendencia en cuerpos de guardia pediátricos es indicar antitérmicos intramusculares al niño que acude con fiebre antes de examinarlo; sin embargo, primero hay que precisar la causa de la fiebre, y tratar al niño y no al termómetro.


Muchas personas, piensan que la fiebre alta (cuando se acerca a 40º C) puede provocar un daño permanente, sobre todo en el cerebro, además de convulsiones. En cambio, actualmente hay consenso en que las temperaturas inferiores a 41º C son relativamente inocuas.

Convulsiones febriles


Las convulsiones febriles duran pocos minutos, se ven solo en niños de 6 meses a 6 años de edad, afectan únicamente al 3-5 % de los casos febriles, la recurrencia es del 20 al 30 %, y son excepcionales las lesiones neurológicas, aunque la convulsión sea recurrente. La temperatura elevada es un factor de riesgo, sin embargo no se ha encontrado ningún dato que demuestre que la fiebre es la causa de las convulsiones.

Tratamiento


Es importante educar a los padres sobre la importancia de no comenzar el tratamiento antitérmico hasta que la temperatura alcance 38,5º C (temperatura axilar), y de ser posible, 39º C. Lo fundamental es que se descubra “qué” está causando la fiebre, de modo a tratar el mal de raíz. Y esto se logrará con la consulta personalizada del paciente.

Medidas antitérmicas:


  • Ofrecer más líquidos al niño.
  • Mantenerlo en un lugar fresco con buena circulación de aire.
  • Baños con agua templada
  • No sobreabrigar al paciente.


Al asesorar a las familias, se debe hacer hincapié en la necesidad de un diagnóstico temprano y certero, y no enfatizar erróneamente la normotermia (temperatura normal) como un objetivo terapeútico. En mi opinión personal, dado un mayor margen entre las dosis terapéuticas y las dosis tóxicas, el paracetamol es superior en seguridad a otras drogas, si bien su acción es más lenta y muchas veces no se lograr reducir la temperatura a niveles subfebriles, de la lectura de esta nota se puede inferir que el médico podrá inclusive utilizar a su favor la respuesta febril del paciente.



Dr. Wilson Martin Agüero
Infectólogo Pediatra

www.MartinAguero.com

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